jueves, 13 de febrero de 2014

FRANCISCA AVARIA O EL DERECHO DE LAS LETRAS.


 


 
Las letras poéticas encuentran en Francisca Avaria una apasionada defensora. Las letras, afirma en sus versos, también tienen derechos. Ellas nacen de pronto y traen por misión aliviar nuestros afanes y lamentos. Necesitan nacer a la vida pues, si no lo hicieran, se harían nudo en las gargantas. No permitir su libre expresión sería abortar la vida. Estas palabras, nacidas de la misma sangre de su autora, la retratan pero también la exponen, delatoras.

Por otro lado, para ella los poetas son viajeros del infinito. Otoño y poeta se corresponden porque el primero pinta de gris la tristeza del otro; y éste, descalzo, no cubre sus pies para defenderse del camino, estoico camina bajando la cabeza ante la muerte. Sin embargo no olvida entonar su rebelde queja ante el destino aciago.

Hoy el planeta y las familias, delata ella, viven una dolorosa guerra entre hermanos. La tierra, cual madre herida, llora por la sangre derramada por sus hijos que no saben amarse. Los pequeños inocentes sufrirán las consecuencias del desamor; entonces Francisca clama: ¡Qué el pan busque tu boca! El niño es la esperanza del mundo, un pedazo de cielo; debe de ser arropado con cariño y arrullado por serafines. Le susurra “ya tienes todo el derecho / de mirarte en las estrellas / de besarte con el viento.”

La tierra natal vive en el corazón de la poeta. Ella canta a las tristezas de mi puerto porque ya no puede escribir a su ciudad una carta de rosados magnolios. Tantos males le han hecho a sus calles adoquinadas, le han robado paradas y plazas, se han ido las usinas que saciaban el hambre de su gente. Pero un día el mar lavará su rostro y el viento secará sus lágrimas, y todos volverán a darle el brillo de una perla del pacífico.

Necesito de la risa, confiesa. El amor vendrá con ojos tornasolados de miel a pintar otra vez su mundo. Cuando se anhela la risa, cuando desespera por ella, ésta no viene. Es tanta la nostalgia que ni siquiera siente el beso de la brisa o el calor del sol. Cuando conoció a aquél hasta las lejanas y tenues nubes le parecieron bellas. Sólo espera otra vez su risa.

El corazón es el reloj del cuerpo. Si falla su ritmo, la vida se desordena, pues la vida en un reloj. Este amigo que le fue regalado en su concepción, ahora la tiene angustiada. Reclama al músculo cardíaco que la acorrala y amenaza arrancar los barrotes de su pecho. Caprichoso le ha fallado en su misión de acompasado guía. Llora: “vas quitándome la vida me pierdo por tus caminos.” A veces cansada de vivir, como se duermen por las noches las luces de los barcos en el mar porteño, Francisca quiere reposar, sólo mecida por su cuna de algas y estrellas.

No te olvides de mí, llama mil veces al único que puede salvarla en la hora final. Siente que vienen a buscarla, hay terrores en su sangre y clama con angustia Jesús de mi no te olvides!

Es innegable, Francisca Avaria es una poeta que siente el mundo, el amor, la muerte, la vida, Dios, con todo el corazón. Tiene todo el derecho a alzar su voz lírica y darnos a conocer esos sentimientos, esos amores y esos miedos que son universales, pero que pocos se atreven a expresarlos con tanta valentía y fuerza como ella lo hace, porque es su derecho de artista, el derecho de las letras.

 
Iván Tapia Contardo
Poeta y artista visual

Valparaíso, enero de 2014.

 

martes, 6 de agosto de 2013

NIDOS DE PÁJAROS DISECADOS.


 
 
NIDOS DE PÁJAROS DISECADOS.
De Jaime Tapia Reyes
Patrocinado por la Sociedad de Escritores de Valparaíso
Presentado por Juan Meza Sepúlveda
2007

 

Iván Tapia Contardo
Taller Madero - Valparaíso 

”Nido de pájaros disecados” es el segundo libro en solitario del poeta Jaime Tapia Reyes, laureado en concursos de poesía joven, perteneciente a la generación del 90. Desde su título nos habla de las aves, de las que hace mención, ya sea de forma directa o por medio de metáforas, en diez ocasiones, a saber en las páginas 9, 16, 20, 22, 31, 32, 33, 38, 56 y 61.

“Nidos de pájaros disecados”, verso contenido en una canción popular (“Nos sobran los motivos” de Joaquín Sabina), es en el imaginario colectivo un mal presagio. Pero en este caso, las aves siempre han significado en la poesía, el vuelo libre de la imaginación lírica. Los pájaros disecados ya están muertos, no tienen opción de emprender vuelo y han sido tratados por el taxidermista para quedar quietos como un adorno en el hogar o para ser observados por curiosas miradas, en el museo. No pueden ya emitir los ruidos y cantos característicos que hacían antes de morir. ¿Se considera el hablante un pájaro sin libertad? ¿Son acaso los versos el canto de unas aves disecadas?

Por otro lado, los huevos presentes en los nidos hablan de reproducción. En estos nidos no se nombra tales elementos, pero es evidente que la palabra poética es, como un huevo, palabra reproductora que genera mundos nuevos. En cuanto a los nidos, hogares donde se crían los polluelos, simbolizan el hábitat en que se genera la poesía. Al parecer, esta poética nace de la contradicción y frustración de un mundo aparentemente perfecto, pero injusto y doloroso, donde ”los pecados / emigran / en parvadas[1]” (Página 16)

A nuestro juicio es una poesía de reminiscencias bíblicas. Seis veces hace referencias al Edén, el paraíso primigenio, en las páginas 9, 10, 12, 46, 40 y 59; y ocho veces utiliza imágenes relacionadas con el Evangelio, páginas 11, 18, 23, 47, 16, 35, 41 y 47. De los 45 poemas, 14 contienen imágenes religiosas, en términos estadísticos el 30 por ciento de lo escrito. Tal vez se deba a la condición de ex seminarista del autor. Pero se debe considerar que nuestra lengua y cultura contiene una fuerte carga religiosa, que puede descubrirse en la mayoría de las creaciones poéticas.

Hace frecuente uso de la ironía, aportando una violencia contenida al lenguaje. Tal es en la página 61, que nos muestra como ”Fragmentos de un pájaro / vuelan en distintas / direcciones”, o en el magnífico texto Edén:  ”De manera / repentina / el fruto / de la palabra / cae / del / árbol / y se pudre / en los alrededores / del jardín / deshabitado” (página 46) El árbol de poesía es muy fructífero, pero sus frutos no siempre apreciados. Otro poema impresionante y violento es Piedra (pág. 16).

A modo de sugerencia, en un próximo libro sería apropiado clasificar los poemas en pequeños núcleos o capítulos que hicieran más grata su lectura, en este caso un tanto agotadora. Eso también permitiría dar un hilo conductor a la obra.

”Nido de pájaros disecados” nos parece una experiencia poética interesante, que se puede abrir a muchas posibilidades creativas, tanto en la forma como en el contenido y, de acuerdo con la opinión crítica de Juan Meza, posee una voz propia, imaginativa y vigorosa.


(Página 9) ”Vuelan / asustadizas / aves de todas las especies” 

(Página 16) ”Y los pecados / emigran / en parvadas[1] 

(Página 20) ”Pero un ruido de sirenas / ahuyenta a la parvada / por calles / y / avenidas” 

(Página 22) ”Los pájaros / se han detenido / en pleno vuelo” 

(Página 31) ”y  logro percibir / En lo alto de un castaño / a un pájaro / trinar tres veces” 

(Página 32) ”El  breve revoloteo[2] / De los labios” 

(Página 33) ”un nido de serpientes aladas / Explorando aquel lugar /diviso un ave /  surcando el cielo” 

(Página 38) ”yérguense espantapájaros / a escribir angustiosos mensajes / que atan a aves migratorias” 

(Página 56) ”Asoman / cabezas calvas / de pájaros / intactos de vuelos / en riscos” 

(Página 61) ”Fragmentos de un pájaro / vuelan en distintas / direcciones”

 



[1] Conjunto de pollos que de una vez sacan las aves.
[2] Utilizado como metáfora.


sábado, 1 de diciembre de 2012

EL POETA ES UN PATO AZUL.


Iván Tapia Contardo
Presentación del libro “El Pato Azul”, de
Darío Valdebenito Iturrieta

 

A mediados de 1996, hace ya dieciséis años, conocimos al poeta Darío Valdebenito Iturrieta. Llegó a nuestra casa en las alturas, lo trajo un viento recio de Rodelillo hasta Playa-Ancha, donde nos reuníamos un pequeño grupo de poetas. Traía un manojo de versos escritos a máquina, la mayoría estructurados en cuartetos de rimas consonantes y de los más diversos temas. Algunos databan de la década del setenta, porque él siempre escribió. Esos papeles eran su tesoro y guardaban en ciernes los sentimientos e ideas de lo que es hoy el autor de El Pato Azul: imaginativo, apasionado, idealista, comprometido con la realidad, romántico, amante de la Naturaleza, prolífico.
 
En el poema que da título a este libro, el poeta nos cuenta que él, como un escolar, coloreó la figura del pato en azul y no amarillo, como todos la conocemos. Jamás ha visto una de estas aves de ese color cielo. Cada persona puede tener su pato o su alma, del color que quiera. El poeta declara su libertad de niño rebelde. En poesía no importa ser diferente o mirar el mundo con otros ojos y colorear la realidad a nuestro antojo. Cuando se es fiel a la propia visión, encontramos la paz con nosotros mismos. Podemos ver una luz nueva para nuestra creación, por pequeña que parezca. Así encontramos un descanso en medio del fluir vertiginoso de la vida, un tiempo de silencio interior, sin ecos de dolores mundanos.

El Pato creado por el poeta, su alter ego, no es cruel como el amor frustrado y los sufrimientos de la vida, sino tierno y cariñoso. Guarda silencio sabiamente, prudente como el espejo. Este “doble” no reprocha, pero con suavidad, muestra al poeta su sensibilidad. Sin embargo este personaje es tan real como el propio autor. Le preocupa el diario vivir, la economía, la política, el deporte… Es tan verdadero como el poeta y se confunde con él.

Confiesa, el Pato… o el Poeta, ya no se sabe, que no le agrada ser el centro de las miradas, que desdeña la farándula y jamás sería esa ave vanidosa que infla el pecho en el Silabario. Desde niño, confiesa, quiso ser distinto y lo es, un Pato azul, porque es su color favorito, el que tiñe sus dos inmensidades: el mar y el cielo. Porque no ha perdido jamás su color, desde aquella vez que lo pintó, cuando descubrió dentro de sí mismo ese ser alado y juguetón; porque ese Pato azul es él mismo, al otro lado del espejo, auténtico y dulce, como un infante, es que lo ama y no puede abandonarle. Aún más, le ha dado la palabra, lo ha engalanado y desde ahora, quiere compartirlo con todos nosotros, los que amamos la vida y la Poesía.

Antes de finalizar estas palabras de presentación, permítanme leer un texto que bien podría estar dedicado a éste, su primer libro. Escrito por mi amigo Darío Valdebenito, el 14 de octubre de 1971, lleva por título:

 

LIBRO…

 
Libro de palabras simples
                       Que tienes alma del amor joven
                       Libro de dulces flores y vivo polen
                       Que guías siempre a los niños tristes.
 
Nuestra vida es todo un libro
                       Escrito en llanto y con alegría
                       De rosas rojas y blancos lirios
                       Que aclara noches y enternece días.

Libro, sano ejemplo del alma inquieta
                       Donde leyeron sabios y también poetas
                       Donde el niño aprende sus primeras letras
                       Donde el verso puso su primera siembra.
 
Libro de la escuelita provinciana
                        Que me enseñó el rezo de Dios
                        Libro de alegres mañanas
                        Que me inspiró un nuevo amor.
 
Mi corazón es un libro abierto
                       Sus hojas las mece el viento
                       Lo alegra una musa y lo oprime el silencio
                       Nace en un valle y muere en el desierto.

 

Valparaíso, 1 de diciembre de 2012.

lunes, 23 de abril de 2012

LAS VOCES DE CARLOS SAA.



CARLOS EDUARDO SAA nació a las cinco de la tarde, en Vallenar, a la entrada del desierto. Escribió el primer poema a los ocho años de edad, titulado "Compañera Soledad". Desde 1962 se contacta con poetas nacionales en el restaurante "El Bosco", la SECH y otros lugares de Santiago. Actualmente conduce "El Rincón del Juglar" en Cerro Castillo, Viña del Mar. Sus poesías han sido publicadas en diversas antologías nacionales e internacionales. El poema "Préñame, mujer", de excelente acogida, ha sido recientemente publicado por la Universidad de Hidalgo, México, junto a "De Teseo y Minotauro".

En “Sueño en Hiroshima” los luminosos sueños de un niño –acaso el poeta en su infancia en áridas tierras norteñas- estallaron en mil esquirlas de muerte. Desde ese instante comenzará un largo peregrinaje de amor y poesía. Con la virilidad de un Teseo, el hombre enfrenta sus miedos, anhelos y frustraciones. La poesía es el arma, “elixir de sus recuerdos”, para vencer al Minotauro. Mas, eliminarlo es también autodestruirse, negar lo que se es. Reflexiona en “De Teseo y Minotauro”: “en esta eterna brega me asesino con mi propia espada, pero nunca muero.”

Cuando el corazón “Detiene su rítmico camino y ahora ya descansa”, escribe en “Voces del Templo”. El vate se solaza con la Musa “Bebiendo el agridulce néctar de sus labios, / Recogiendo la ebriedad de sus palabras / Blancas resonando en la fuente del cerebro”

Carlos Eduardo Saa canta  en “Préñame, Mujer” a la imposibilidad del varón de dar a luz una vida; ruega a la que ama aunque sea “una mirada de tus ojos de fuego”. El amor será la leche que alimente al hijo, además de los frutos edénicos; quien también libará lágrimas de soledad, por la ausencia de la madre. Ese hijo es tan imposible como la mujer y está unido a él “como soldado por la fragua de Vulcano,  / en el Olimpo.” La Musa que lleva por nombre cuatro letras, ha fecundado en el poeta este “soñado hijo” llamado poesía.

La arena de su infancia, en “La Aurora de la Vida”, una vez fue “Santificada por la huella / Del Nazareno” mas el humano cerró sus puertas. Sin embargo “El hijo de Dios no desvió / Su camino, continuó / Sembrando sanidad”. Del mismo modo, parafraseando al salmista, el poeta seguirá sembrando con lágrimas los versos que un día cosecharán la gloria con regocijo.

Iván Tapia Contardo



PREÑAME, MUJER
Preña, mujer, mi corazón con tan solo
una mirada de tus ojos de fuego,
para que yo sueñe el húmedo beso
que nunca me dará tu boca.
Dame el hijo que ha de llorar en mis entrañas
y que amamantaré con este loco amor que te
                                                      tengo.
Lo alimentaré con brevas, manzanas
y membrillos del huerto que añoro,
Edén para este hombre solo.
Lágrimas serán su dulce leche que no ha de
                                                       libar 
de los pechos que jamás serán suyos ni míos.
Préñame, préñame, ya, imposible mío;
abro mi cuerpo para recibir al hijo que pasearé
por parques, calles y ríos. Irá de mi mano
                                                      prendido
como soldado por la fragua de Vulcano,  
                                               en el Olimpo
                                            
Sólo yo lo veré, porque será siempre un 
                                                   sueño                                                  
sólo yo escucharé su voz de niño preguntando
por la madre que lo regaló a mi destino.
Entonces rasgaré mi pecho, le abriré
mi corazón y verá tu rostro, te besará los ojos
y juntos gritaremos tu nombre, cuatro letras,
cuatro letras, como Amor y el vino.
Préñame, ya cariño, que cuando yo muera,
este amor, dulce tortura que por ti siento,
lo ha de continuar, eterno,
         nuestro soñado hijo.


DE TESEO Y MINOTAURO
Si en algún momento la luz de su mirada
me rescató de la siniestra curva trazada por el hierro,
ahora, rechazado en los umbrales de su casa y de su 
                                                                   huerto,
precipitado retorno al espiral del sangriento Minotauro.
Yo, transformado en varonil Teseo, lo enfrento con el coraje otorgado por el elixir de sus recuerdos.
Lucho con denodada fuerza y al ocaso logro el Toro 
                                                                  vencerlo.
Mas la victoria es apenas un nuevo comienzo.
Mi espada yace solitaria en el ensangrentado suelo,
y con pavor compruebo que soy también el Toro 
                                                                yerto.
Movidos quizás por qué sortilegio, Teseo y Minotauro
renacemos para renovar la lucha que vuelve a estremecer los solares de los muertos.
Por siglos se derrama la sangre de los contendientes,
sangre líquida y coágulo repetido en el ruedo
                                                        de mi infierno.
Así, la simetría del duelo. Afuera brillan dos soles
preñando las rosas del firmamento;
adentro, apenas la argentina chispa del acero buscando, fiera, suave vaina en mi pecho.
Desgarrando el cuello del Toro cerceno mi garganta,
una y otra vez, así, por la eternidad de los días,
muriendo y renaciendo. En cada nacimiento, gozo
la alegría de re-ser guerrero. Mas, efímero el contento;
la infausta metamorfosis repite el odio en el toro
                                                         y en el hombre. 
                                                           
El regalo de la luz cae y pasa a ser mazmorra
de mi eterno infierno, donde ya no penetra
la claridad de mis dos perdidos luceros.
Retornamos a lid, y en esta eterna brega me asesino con mi propia espada, pero nunca muero.
Otros textos del poeta en http://poetas-amigos.blogspot.com/2012/04/prename-mujer.html


domingo, 22 de enero de 2012

INTUICIONES DE DARÍO VALDEBENITO.

"Las ánforas del silencio
rebasan su paciencia
y se vierten al lado opuesto
de lo deseado"
Darío Valdebenito.

PRESENTACIÓN DE RECITAL "LAS ÁNFORAS DEL SILENCIO"
LUGAR: GALERÍA Q - VALPARAÍSO
FECHA: 20 DE ENERO DE 2012

Las ánforas, esos cántaros altos y estrechos, de cuello largo, con dos asas, terminados en punta, bellamente decorados y tan usados por los antiguos pueblos, guardaban tesoros, fuesen estos el agua cristalina de las fuentes, aceites perfumados o de comer, granos y semillas o simplemente,
valiosos papiros.

En el caso de DARÍO VALDEBENITO, su ánfora es la Poesía. Allí conserva silenciosos sentimientos, ideales, quejas, anhelos, rebeliones del alma –que llevamos todos- pero “Las ánforas del silencio / rebasan su paciencia”, hasta que, finalmente, llega el momento en que se escriben “y se vierten al lado opuesto / de lo deseado.”

Es incontenible el verbo lírico, asunto de “otro tiempo, / un tiempo de locura quizás.” Todo sale de su órbita racional: “El sol está desorbitando / el brillo estival; / el mar ruge y azota sus lágrimas de dolor / y los corceles del viento / aceleran su marcha.”

Como el poeta que no puede refrenar su corazón hambriento de amor, belleza y bondad, el ser humano actual no logra detener “los grandes deshielos / Mares y lagos contaminados”, ni su insaciable comercio “con oro negro o con oro blanco / da lo mismo”.

Parece que las ánforas del silencio de Dios y Su eterna sabiduría ya rebasaron Su paciencia y ahora se verterán “al lado opuesto / de lo deseado.”

En verdad el poeta intuye otra realidad “otro tiempo” y sabe que “el daño es igual a la flora / y a la fauna de nuestro diario vivir.”

Iván Tapia Contardo
Poeta y pastor




OTRO TIEMPO

Las ánforas del silencio
rebasan su paciencia
y se vierten al lado opuesto
de lo deseado.

El sol está desorbitando
el brillo estival;
el mar ruge y azota
sus lágrimas de dolor
y los corceles del viento
aceleran su marcha.
Parece otro tiempo,
un tiempo de locura quizás.

Lejos de aquí,
en el territorio de las nieves
eternas,
los iceberg se hacen
a la mar
y se producen los grandes deshielos.
Mares y lagos contaminados
con oro negro o con oro blanco,
da lo mismo,
el daño es igual a la flora
y a la fauna de nuestro diario vivir.

Si, parece otro tiempo,
un tiempo de cordura tal vez,
de la Naturaleza que nos pasa
la cuenta
o que nos avisa.

ROMANCE DE AGUALUNA
Del Canto del Juglar

Grácil y caprichosa baja de la montaña
Jugando desde su fuente
se pierde por las quebradas
Se esconde entre los guijarros
como una niña mimada
Y aparece cristalina
en romances madrugadas.

A veces se levanta enojada
como si algo le molestara
Y ruge como una bestia mitológica
en las ramas.
Otras veces se pone esquiva,
encabritada de rabia
Y recorre los desiertos
como diabla mal criada.

Sólo la noche la calma
y sumisa otra vez baja
Tiene vida y sentimiento
como cuerdas de guitarra.
La Luna muy cariñosa
la guía con tanta gracia
Y sonriendo de sus locuras
le pone un traje de plata.

Ahora bien enfiestada
bajando va con más ganas
Y recorre otras lagunas, ríos
lagos o ensenadas.
Ella sueña con ser reina
de alma limpia e inmaculada
Para entregarse al mar
toda fresca y toda llana.


LAS FÁBULAS

El dios anfibio apareció entre la nebulosa de los nimbos
Para aplacar la ira de los mares y los ríos
para difundir la deshonra del Hombre
por su ceguera de no querer ver la constante
contaminación de la Naturaleza.

Las especulaciones del dinero en gran escala
donde los inversionistas barajan sus riquezas
con barriles de oro negro.
Y los señores del poder de las empresas transnacionales
que trabajan con oro blanco y dividen las fronteras
con oraciones de paz e hipócritas guerras.

Tronan su furia los mares con las manchas de petróleo
que cercenan Flora y Fauna de sus entrañas naturales.
Los ríos y lagos contaminados
con deshechos químicos e industriales.
Sequedad de lagunas y tierras cultivables
por la atmósfera enrarecida con el polvillo
que expelen las refinadoras de las empresas mineras.
Extinción de ballenas, peces y lobos de mar.
Moluscos y corales del fondo marino, son todos azotes
del Hombre con su impiedad devastadora.

Sin aguas limpias y con la discriminación del medio ambiente
El ocaso del planeta puede llegar en cualquier momento.
Neptuno, dios de los mares está viejo y enfermo
Oro blanco u oro negro es la misma confusión
Y las fábulas de los niños, perdieron su razón.



HA SIDO PUBLICADO EN LA REVISTA LA
MANO, VIRTUAL Y EN PAPEL
http://poetas-amigos.blogspot.com/

domingo, 28 de agosto de 2011

LOS SILENCIOS DEL POETA…


PRÓLOGO AL LIBRO "CUANDO LOS SILENCIOS..."

LOS SILENCIOS DEL POETA...

DANILO SALINAS ALCAYAGA es el Poeta nostálgico de un pasado feliz, cuando el hombre disfrutaba la intimidad del hogar sin urgencias, en “la morada que vestía de gala/ en tiempos de luna” (Las Ruinas). Melancólico, añora aquel “reino místico del pensar”, ya sepultado en el olvido y en lo profundo de los mares. (La Ciudad Perdida). Quizás su poesía sea una reconstrucción de ese reino perfecto. Él ha encontrado el hilo de oro que lo conduce a su reencuentro; descubre en las fragancias del bosque la esencia de ese pasado. Sólo en la vida silvestre haya su perdido reino; dos ciruelos le “narran la historia / de un mundo que fue / y ahora /no /es” (Las Ruinas).

Entre salvias, resinas, peumos, boldos, hierbas, retamos, espinos, manzanillas, plateros, mirlos, ruiseñores y zorzales; allí, en ese paraíso silvestre, está su santuario, su habitáculo poético, allí donde teme se irá “congelando la garganta de queltehues”. El poeta ha descubierto un lugar sagrado en el que seres alados alaban libremente al Ser Infinito. Las aves serían en esta tierra lo más cercano a las criaturas celestiales. Ellas pueden comprender incluso al poeta y ayudarle en sus peticiones: “Han iluminado mis súplicas, / en medio de cantos libres e infinitos, / en este santuario bienaventurado / que permanece en mi retina” (Mi Santuario).

Las aves son las únicas criaturas a quienes, en el cosmos del poeta, les está permitido romper el silencio: “Pero en ramas dañadas / un zorzal canta / la incomprensión que se vive cada día.” (Mi santuario). Sólo ellas, espíritus puros, pueden percibir la injusticia del mundo humano, este árbol de ramas defectuosas.

“Congela las gargantas de queltehues, / anunciando el suicidio de las palabras, / agonizantes, como el canto del mirlo herido / gritando plegarias de misericordia, / plegarias que se lanzan a los cielos.” (Mi Santuario). Los pájaros elevan sus oraciones a Dios pidiendo misericordia para esta humanidad caída, desprovista del corazón y el lenguaje limpio para dirigirse a su Creador. Las palabras humanas están muertas y no son capaces de expresar la tragedia del hombre.

Cierto día, un ave negra y profética le advierte estar ante la presencia de las tierras de sus ancestros: “Un tordo en lo alto de la higuera, / centinela de plumas obsidiana, / cantó como nunca en esa tarde.” Añade: “Hoy tus tierras / me impregnan. / Alicahue, no te conocía / ahora veo y entiendo / por qué me reclamabas / cuando mi alma pasó por tus rincones.” (Cuando mi alma pasó por Alicahue). Aquel pueblo, cuyo nombre en mapudungún significa “lugar reseco”, reclama la atención de su amor y el fluido fresco riego de la Poesía, tal vez para hacer florecer otra vez “teatinas y flores / silvestres y perfumadas”; tal vez para que aves y flores canten una sinfonía en haikús.

Pero no sólo los pájaros cumplen un rol dramático en la escena poética, sino también ciertos vegetales, como los álamos –esos gigantes longilíneos de nuestros campos-, que lloran mecidos por el viento “Cuando lleguen los silencios/ sabrás en qué dirección lloran los álamos.” (Cuando los Silencios); parecen danzar al atardecer “Inmortalizados entre sembradíos distantes, / los álamos, nuevamente los álamos, / danzaban junto a la tarde.” (Cuando mi alma pasó por Alicahue) y llegan a gritar con sus crujidos nocturnos “Desde esta quebrada serena / rodeada de maquis y molles, / los álamos gritan al horizonte, / donde desaparece la tarde / y el cielo se torna en destellos plateados.” (Desde la quebrada). Los álamos lloran, danzan y gritan por nosotros.

CUANDO LOS SILENCIOS esconde un drama vital. En algún recodo del tiempo el ser humano extravió su camino, perdiendo la prístina relación que tenía consigo mismo, la naturaleza y la Divinidad. En el acto escritural, el poeta intenta reencontrar el rumbo. “Escribo porque quiero / encontrar el sendero perdido, / ese lleno de teatinas y flores / silvestres y perfumadas; / Ese donde el sol brilla / y mi rostro se entibia / escuchando las alabanzas / de las aves de bronce / Escribo para poder soñar / los sueños que no tengo. / Por eso escribo.” (Escribo).

Observemos las características de ese camino perdido: 1) “lleno de teatinas”, sencillas pajitas, miniaturas de espigas que recuerdan al trigo solemne, símbolos de humildad y fecundidad; 2) “lleno de … flores/ silvestres y perfumadas”, alegre y multicolor presencia del amor auténtico, capaz de perfumar de gozo profundo nuestra vida; 3) “Ese donde el sol brilla”, astro rey, ancestral representación de la Luz que da sentido a la existencia; 4) “y mi rostro se entibia” al recibir los cálidos rayos de amor de ese Sol de justicia; y por último, 5) “escuchando las alabanzas / de las aves de bronce”, representación de los coros celestiales.

En esta verdadera Arte Poética, DANILO SALINAS confiesa que escribe “para poder soñar / los sueños que no tengo. / Por eso escribo.” En tal tarea nos representa a todos los habitantes de este mundo a punto de perecer, cual la sumergida ciudad de la “Creta milenaria”. Como él, todos hemos dejado atrás la inocencia y el heroísmo de aquellos que entregaron sus vidas por una noble causa: “Las doncellas reclaman / la sangre de los mártires / en las resinas del ayer.” (Tierras lejanas). Necesitamos reencontrar nuestra esencia y ese es el dramático clamor del poeta: “Destellos de la noche / dan vida a la salvia, / y a la resina, recuerdos.” (Esencias Poéticas)

De aquel mundo arcaico sólo permanecen las ruinas que luchan por imponerse ante la selva que quiere ahogar los vestigios de heroicas vidas de ayer. “Las ruinas te reclaman cual héroes inmortales / evadiendo las zarzas que se asoman / intentando selvatizar el último aliento caído.” (Las Ruinas). Tales ruinas son el santuario del hombre de hoy; ellas guardan el secreto, la luz y el calor que otrora brillaran en los albores de la humanidad: “Las lejanas islas griegas / sienten estallar las olas / en los acantilados de la Creta milenaria / Descubren los misterios / de aquella ciudad sumergida / y llegan a esta quebrada lejana, / humilde y encendida.” (Desde la quebrada). El santuario del poeta y aquellas islas griegas se comunican entre sí y el primero viene a ser un reflejo de éstas.

La insigne Mistral, a quien dedicará en este libro tres cantos a Gabriela, es su paradigma literario y humano, por tanto es imprescindible también la presencia de “la esfinge de la elquiana maestra” en su santuario (Desde la Quebrada).

El poeta SALINAS, amante de las aves y la vida natural, ha construido una poética que bien podría nombrarse como Ornitomancia, es decir el arte y el amor por la vida de los pájaros. En su uni-verso sólo un sonido es permitido: el trino, el graznido, el gorjeo y demás cantos del sinfín de aves del santuario de las teatinas. ¡Disfrutadlo en silencio!


IVÁN TAPIA CONTARDO

Valparaíso, otoño de 2011.

sábado, 26 de junio de 2010

PREGUNTAS Y RESPUESTAS DEL ALMA.

Presentación del Libro “Ayer las Palabras se Abuenaron Conmigo”

La poeta y narradora ASCENSIÓN REYES-ELGUETA inicia este poemario con una afirmación: “A MI MADRE PUEDO DECIRLO”. Decir es manifestar el pensamiento con palabras. Pero ¿decir qué? ¿Será que hay algo que nunca antes fue comunicado a ella y ahora que camina en otra dimensión puede hacerlo? A “la imagen marmórea, adornada de cirios chisporroteantes” sí puede decirlo. En este primer capítulo sostiene una profunda conversación con aquella con quien está “unida por una cinta invisible”. Opina sobre la vida y la muerte. Nombra a los dioses, llama a lo inefable. Denota, pide, ruega. Versifica para su madre, la que no tiene arena en su reloj sin curso. Y promete: “No morirás jamás, estás en mí y en la alegría de las generaciones. Guardaré en ánfora de paz tus cenizas esperando las mías.”

En su Poema IV de la serie “A mi madre puedo decirlo” expresa: “Madre, estás en mí, esperaré el reencuentro, afirmada en la savia dulce de tu tronco sólido, partícula de vida en tibio nido, fiera de tu producto.”

Reconoce que en sus genes lleva la esencia de su progenitora, “Madre, estás en mí”, y aguarda, paciente, volver a encontrarla al otro lado de la vida, “esperaré el reencuentro”. Lo hará, dice “afirmada en la savia dulce de tu tronco sólido” señalando así la fortaleza de aquél árbol del cual procede. Quizás la savia dulce es el amor materno transformado hoy en poesía.

Siente que ella es un átomo más de la madre y el hogar, es simplemente “partícula de vida en tibio nido”. Para referirse al resultado de su gestación utiliza la palabra “fiera”, con la connotación de fortaleza y necesaria agresividad que los seres humanos necesitamos para enfrentar las vicisitudes de esta existencia.

El Poema V arranca de los espacios de infancia y juventud, cargados de melancolía: la “bulliciosa alcoba”, “un salón colmado de gorjeos silenciosos”, “los sonidos de la puerta de luz” o “el amplio comedor”, los que le hacen exclamar “Ay, madre vivimos unidas por una cinta invisible/ y tu recuerdo gentil me queda con alegría de vida.” Es el origen de su voz poética, para quien la Poesía es “Un grito callado a los vientos, en oasis calmos”

En el sentido homenaje a su madre, ya ausente en cuerpo, destaca en el Poema VI aquel verso que dice “Allí, en el plano de la perfección, el fuego del amor rebasará nuestro plato y llegará feliz a la mesa.” En la otra realidad que vive ahora por eternidad, su amada progenitora continuará brindándole el amor que nutre su alma. No podía ser en otra forma sino en poesía, que Ascensión Elgueta cantase las virtudes de la mujer que la formó: “Entre vida y muerte, eres más que ambas, estás más allá para sujetar mi diestra segura, de las hondonadas y las alturas.”

Son interesantes las imágenes que el Poema IX nos presenta: la madre que le “ofreció la tibieza de los valles fecundos, libre de ataduras cogiendo la brisa” y un coro sinnúmero de madres subiendo la cuesta del tiempo. El poema se ilumina con resplandor ultraterreno: “Ahora caminas por cavernas de luz, allí donde el arcoiris inventa los colores. / Tus manos y tus pies, pisando pétalos de flores escanciados con aromas de ánforas sagradas.” Los pétalos son símbolo de perfección y belleza. Como se vierte el vino en las festivas copas, hay un amor que es servido por ánfora sagrada.

La segunda parte del poemario la ha titulado “AMOR EXTRAÑO SENTIMIENTO” Se inicia esta sección con “Algo sobre el amor”, una serie de consideraciones sobre este importante componente de la vida. Lo reconoce como un elemento primordial que mueve a todo el género humano “hacia lo divino o lo profano”. Nos habla de la universalidad del amor, del amor como sensación, el que es cantado por poetas y trovadores, recuerda su encarnación en el Hijo, en la naturaleza, su representación popular como querube Cupido. Finalmente exclama “¡Amor, qué maravilloso eres!”

En la misma línea creativa continúa “Hablando de amor.” Puede ser un “ángel mágico”, el “músculo rebelde”, un “Caldero encendido de auroras y ocasos” o el “Divino sabio”, del cual quisiera obtener su secreto y “Disponer tu elixir sagrado/ en etéreos cristales tallados”

“A la libertad de amar”, el título lo señala, es un canto que, liberado de todo prejuicio, da rienda suelta a “sensaciones de fuego”, abrir “puertas y tranqueras”, soltar “candados oxidados”, prisioneros de la hojarasca del tiempo. ¡Qué hablen atragantadas “lenguas viperinas”! Utiliza el término juvenil “perrear en tu compañía” no en el sentido sensual y sexual que es comúnmente aplicado, sino como ese feliz vagabundeo, en compañía de otro can, por sueños, “cañadas ocultas, / subir por pendientes nuevas”, fornicando ensueños de auténtica poeta “como verbo y sustantivo / Como vida y como un sueño.”

En “Como un girasol” dice al ser amado: “Te sabes como un girasol” y juega con la idea e imagen de esta flor, cuyo centro ve cual “imán de luz”. Desea convertirse “en ese sol”, ese centro luminoso de gravedad para el otro, “adormeciendo tu vida”, acaso una flor adormidera “y… / alimentando tus verdores.” Hay aquí un concepto de la relación amorosa como una suerte de dominio mutuo en que ambos amantes se relacionan por una imperiosa dependencia y necesidad. Bello poema.

“Ya no está” es la confesión y el relato de un instante. Ella quiso saber el pensamiento de él, pero sus ojos estaban ausentes. Entonces le cogió la mano, su única respuesta fue un suave apretón. Fingió dormir. El detalle de un suspiro breve. Concluye: “Estabas aquí, presente,/ aunque la mezquina noche/ cubriera de niebla tu mente.” Hay cuatro tipos de ausencia: primero el sueño, luego la incomunicación voluntaria, después el olvido. Sólo el título del poema nos revela la ausencia definitiva.

“Una sierpe inofensiva”, relata la primaveral aventura de “una doncella con ansias de goces”. Su madre es protectora y amiga “para aquel juvenil desenfreno” El amor “cogió su mano, / lejos de la mirada vigilante.” Así se engendró un encuentro, sólo con miradas. El prado “excitaba al amor”, “enrollada, la sierpe soñaba”. Asocia la fallida relación con la astucia de la serpiente. Esta temprana experiencia amorosa es “un esfumado inicio”, que dejó “una sierpe frustrada.”

“Aun sin conocerte” está inspirado en el poema de Walt Whitman “Una Mujer me espera” y comienza así: “Lo presiento…un hombre me aguarda.” Amor y sexo se entrelazan en el discurso y hace una reflexión: “El sexo es el casi del amor, fuego, / esperanza, desahogo, finalidad. / Melodías, sueños y fecundidad.” Distingue entre almas puras que aspiran a “elevados goces”, y almas rastreras cuyo único fin en el amor es “orgasmo frío y vanidad.” La poeta piensa que los seres humanos no sólo esperamos el “rotar del sol”, al que llamamos día, sino también gozamos “del resplandor de una galaxia.” La mujer anhela “ese hombre / cuya voz me hará soñar. / Que será mi sombra y mi escudo / y gozará de mis ternuras y de mis miedos.” Al modo clásico, finaliza el poema con la intervención de ambos actores. Primero habla el varón: “Sin conocerte te deseo / y te daré la mejor estirpe / de este pequeño terruño.” Luego habla la mujer: “¡Hombre!, me tendrás a tu costado / y serás el afortunado al poseerme. / Yo cuidaré nuestro nido y tu sembrado” Es un texto universal muy bien logrado.

El último texto de esta sección, “Tarde azul”, nos presenta un paisaje y en medio de él un personaje femenino. Las tres estrofas transcurren -con fondo de “olas bullangueras”, gaviotas volando en círculos y tono crepuscular- con el melancólico anhelo de ella: “Él llegará…/ Seguro, él llegará”. Es el mito de la eterna Penélope que aguarda al amado y su “difusa presencia”. Jamás muere la esperanza: “Seguro, él llegara / para sanar aquella tramposa herida / y volar hacia lugares de paz.” Sólo él matará su soledad.

La sección titulada “PREGUNTAS Y RESPUESTAS DEL ALMA” presenta los poemas: “Mi amiga soledad”, “Llorar por dentro”, “A la amistad”, “Al estilo de Octavio Paz”, “Primavera vestida de esperanza”, “Él lo sabe”, “Un invierno más”, “Glicinias”, “Correr”, “Acerca de los zapatos”, “Tú y yo”, “Diré gracias”, “Vi pasar la Verdad por el cristal de mi ventana”, “Una niña como todas”, “Preguntas sin respuestas” (1 y 2), “Caín y Abel han vuelto”, “Otoño”, “Camino del Invierno” y “¡Oh, dioses, sed piadosos!”

En estos veinte poemas la autora se plantea las interrogantes que todo ser humano tiene ante los arcanos de la vida, tales como: la soledad, a la cual considera una “amiga de mis horas tardías”; el tiempo que se va “tiempo, sierpe constante, / marcará el espejo de mi pasado”; la amistad humana con que “Subiremos la cuesta / de espinos y jazmines / hasta que nuestros ojos / transmuten / en extinguidos fanales” y la amistad Divina de “… ese Amigo / que ignora fronteras, / que ignora reveces. / Y en sugerente apoyo / con mano extendida / espera por mí.”

Destaca en la serie el poema “Acerca de los zapatos.” En ellos van, como en vagones de tren, además de la memoria de los caminos, “cinco pasajeros silentes.” Hermosas metáforas como aquella de los “mutantes de cuero / posados sobre tierra y estiércol.” La poeta no olvida su oficio de narradora y nos cuenta: “Regalo del cumpleaños pasado, / ¡Felicidad! mis pies trinaron alegres”

Son innumerables las preguntas sin respuesta, como en “Tú y yo”: “¿qué mundo? / La cotidiana tragedia de vivir. / Una guerra, muerte. / Un terremoto, destrucción, / la mente afiebrada de algunos, / abuso a la inocencia.” O como aquella que dice: “Antes o ahora, este es mi mundo. / ¿Debo aceptarlo sin quejas ni lamentos? / Así como la abeja trabaja para el hombre / o el día precede a la noche.” Y esa que interroga: “¿Acaso me levanté en este siglo / heredera de un futuro incierto? / ¿Seguiré viva sin saber si / mis padres me aguardaban?” Finalmente: “¿Quién soy yo para acusar diferencias? / ¿para calibrar errores nefastos? / ¿para construir un mundo perfecto?”

El amor por Valparaíso lo plasma “con pluma de gaviota y tinta de calamares” en el capítulo que ha titulado “A PANCHO MI CIUDAD”. El puerto es “Cobijo de nutrientes / regalados con holgura, / despensa de generaciones / pródigas desde siempre”

Juzgue y disfrute el lector sus “HUMORADAS POÉTICAS” (“La risa”, “¡Ay! chica, no lo vayas a contar”) en que Ascensión aborda poéticamente elementos como la flor nacional (“Cuartetas para el copihue”), utilizando aquellos modismos propios del chileno (“Hablar a calzón quitado”, “Me importa un pito”) y tradiciones populares y cultas que trasunta nuestra lengua (“El barrilete”, “Al Caballero de la Triste Figura”)

A modo de homenaje personal, escribe un capítulo completo dedicado a aquellos que ama y ha amado, con quienes le liga la sangre, las lágrimas o la tinta: “EN RECUERDO DE AQUELLOS”

Nuestra poeta y narradora finaliza este libro, como si se tratara de un relato cronológico, con la celebración espiritual que da término y sentido a nuestro calendario, “NAVIDAD EN LA MENTE”.

Recoge esta sección tres hermosos poemas. El primero, “Dulce Sueño”, es un bello y cándido villancico entonado para loar al Niño y solicitarle “que protejas a los míos / y me des un alma buena.”

En segundo lugar se lee “Al Niñito de Belén”. En tono más grave, delata el deterioro de los valores de una sociedad que se dice cristiana. Se inicia señalando la brevedad de la vida de este Niño, que no es otra cosa que el olvido del mensaje de amor y justicia. Este Niñito se ha “dormido en la mente del hombre”, los padres ya no cuidan la seguridad de la familia, todos van tras lo superficial. Lo expresa muy bien en los versos siguientes: “las Marías y los Josés ya no cuidan de su nido. / El pesebre ha transmutado en vitrina de ilusiones. / Tus cobijas de humildes telares / de brillos y oropel hoy se han vestido.” Con amargura compara a los sabios del oriente con los reyes magos de hoy: “Oro, incienso y mirra de sus presentes / otros magos de las finanzas hoy los atesoran, / convertidos en papeles de sólido respaldo.” Al fondo del poema se escucha dramático “el ronroneo de la metralla”, “el tronar de las bombas”, “el conmovedor llanto del niño / cuyos huesos reclaman de hambre.”

En un postrer y alegre canto, con voz muy sureña y popular, la poeta nos exhorta “Canten, canten al Niñito”, como le cantan las aves, los pinos “con guirnaldas de oraciones”, acompañados por “jolgorio de ángeles”. Pero cantar al Niñito es atender a los cientos de niños hambrientos que claman “no sentir el olvido”. ¿Serán ellos los verdaderos reyes de esta fiesta? Los Reyes, símbolo de la eterna esperanza de los miserables, “vadeando la pobreza” vienen a cambiar su “triste sino”. En tanto, el pueblo se cobija “Con María nuestra guía, / con José, fiel protector.”

La prolífica escritora que es ASCENSIÓN REYES-ELGUETA, ávida por comunicar sus experiencias, sueños, sentimientos y visiones del mundo, se nos descubre en el presente volumen como una poeta. Su corazón materno, porque “A mi madre puedo decirlo”, la faculta para expresar y publicar todo esto que es la vida y que hacen del “Amor extraño sentimiento”. Nos plantea en su libro muchas dudas, “Preguntas y respuestas del alma”, que son de todos. Algunos versos los dedica “A pancho mi ciudad”, otros son algo más que “Humoradas poéticas”, experimentos literarios o el necesario reconocimiento “En recuerdo de aquellos” hacia quienes guarda gratitud. Después de leer y disfrutar este libro, esperamos que siempre regrese el lector a sus páginas, especialmente cuando sufra algún dolor, una pena de soledad o melancolía, y los versos de Ascensión sean así una real “Navidad en la mente”.

Iván Tapia
Poeta y Artista Visual.