jueves, 13 de febrero de 2014

FRANCISCA AVARIA O EL DERECHO DE LAS LETRAS.


 


 
Las letras poéticas encuentran en Francisca Avaria una apasionada defensora. Las letras, afirma en sus versos, también tienen derechos. Ellas nacen de pronto y traen por misión aliviar nuestros afanes y lamentos. Necesitan nacer a la vida pues, si no lo hicieran, se harían nudo en las gargantas. No permitir su libre expresión sería abortar la vida. Estas palabras, nacidas de la misma sangre de su autora, la retratan pero también la exponen, delatoras.

Por otro lado, para ella los poetas son viajeros del infinito. Otoño y poeta se corresponden porque el primero pinta de gris la tristeza del otro; y éste, descalzo, no cubre sus pies para defenderse del camino, estoico camina bajando la cabeza ante la muerte. Sin embargo no olvida entonar su rebelde queja ante el destino aciago.

Hoy el planeta y las familias, delata ella, viven una dolorosa guerra entre hermanos. La tierra, cual madre herida, llora por la sangre derramada por sus hijos que no saben amarse. Los pequeños inocentes sufrirán las consecuencias del desamor; entonces Francisca clama: ¡Qué el pan busque tu boca! El niño es la esperanza del mundo, un pedazo de cielo; debe de ser arropado con cariño y arrullado por serafines. Le susurra “ya tienes todo el derecho / de mirarte en las estrellas / de besarte con el viento.”

La tierra natal vive en el corazón de la poeta. Ella canta a las tristezas de mi puerto porque ya no puede escribir a su ciudad una carta de rosados magnolios. Tantos males le han hecho a sus calles adoquinadas, le han robado paradas y plazas, se han ido las usinas que saciaban el hambre de su gente. Pero un día el mar lavará su rostro y el viento secará sus lágrimas, y todos volverán a darle el brillo de una perla del pacífico.

Necesito de la risa, confiesa. El amor vendrá con ojos tornasolados de miel a pintar otra vez su mundo. Cuando se anhela la risa, cuando desespera por ella, ésta no viene. Es tanta la nostalgia que ni siquiera siente el beso de la brisa o el calor del sol. Cuando conoció a aquél hasta las lejanas y tenues nubes le parecieron bellas. Sólo espera otra vez su risa.

El corazón es el reloj del cuerpo. Si falla su ritmo, la vida se desordena, pues la vida en un reloj. Este amigo que le fue regalado en su concepción, ahora la tiene angustiada. Reclama al músculo cardíaco que la acorrala y amenaza arrancar los barrotes de su pecho. Caprichoso le ha fallado en su misión de acompasado guía. Llora: “vas quitándome la vida me pierdo por tus caminos.” A veces cansada de vivir, como se duermen por las noches las luces de los barcos en el mar porteño, Francisca quiere reposar, sólo mecida por su cuna de algas y estrellas.

No te olvides de mí, llama mil veces al único que puede salvarla en la hora final. Siente que vienen a buscarla, hay terrores en su sangre y clama con angustia Jesús de mi no te olvides!

Es innegable, Francisca Avaria es una poeta que siente el mundo, el amor, la muerte, la vida, Dios, con todo el corazón. Tiene todo el derecho a alzar su voz lírica y darnos a conocer esos sentimientos, esos amores y esos miedos que son universales, pero que pocos se atreven a expresarlos con tanta valentía y fuerza como ella lo hace, porque es su derecho de artista, el derecho de las letras.

 
Iván Tapia Contardo
Poeta y artista visual

Valparaíso, enero de 2014.